En el Valle de Lerma, desde hace años se nos asegura que las cámaras de seguridad del 911 están por todos lados: en postes altos, esquinas estratégicas, cruces de rutas. Nos dicen que vigilan, pero cuando realmente se las necesita, ¿están viendo algo? ¿sirven las cámaras del 911 para resolver delitos? o, más importante aún, ¿están funcionando?
El caso reciente en Campo Quijano es paradigmático. Una familia dedicada al trabajo con áridos fue víctima del robo de una zaranda gigante, un equipo industrial de más de 3.500 kilos. No estamos hablando de un celular ni de una billetera. Se trata de una maquinaria pesada que difícilmente pueda desaparecer sin dejar rastro… salvo que nadie esté mirando. Y no hay respuestas sobre las cámaras del 911, instaladas en la zona. Ninguna imagen.
En cambio, lo que sí ha sido útil una y otra vez en el Valle de Lerma son las cámaras privadas. Las de los negocios. Las de los vecinos. Las que parecen grabar en mejor calidad, con mejor ángulo, y con la conciencia de quien cuida lo suyo. Basta repasar los últimos delitos que se lograron esclarecer parcialmente: en La Merced, Cerrillos, Rosario de Lerma y El Carril, los videos aportados por particulares fueron clave para identificar rostros, vehículos y recorridos.

Entonces: ¿funciona el sistema público de videovigilancia en el Valle de Lerma? ¿Se opera en tiempo real? ¿Se graban las imágenes o se pierden por falta de espacio y mantenimiento? Municipios como Rosario de Lerma tomaron otro camino: desarrollaron su propia red de cámaras municipales, independientes del 911, conectadas con centros de monitoreo locales. ¿Debería replicarse esta estrategia en otros municipios del Valle de Lerma?
Hoy la sensación de inseguridad crece, y también la duda: si las cámaras del Estado no sirven para proteger, ¿para qué están? ¿Y por qué, cuando el delito golpea la puerta, siempre terminamos recurriendo a la cámara del quiosquero o del vecino?
Valle de Lerma Hoy