Masticando el peligro

    El coqueo en tiempos de COVID-19 Por Jesús Rodríguez 15/03/1992

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    A comienzos de la década de los 90’, por la frontera norte de Salta, ingresó el cólera al país. Por entonces, no se habían registrado ningún caso importado ni autóctono, aunque sobre esta enfermedad ya se hablaba con carácter de epidemia en Bolivia y Paraguay, dos naciones que limitan con Argentina en su extremo norte.

    Las recomendaciones para no entrar en contacto con el vibrión colérico y así evitar la enfermedad con alto riesgo de muerte(al igual que se dieron ahora para evitar contraerel COVID-19), era y es, la de mantener la higiene personal, lavarse bien las manos con agua y jabón después de ir al baño, purificar el agua potable con tres gotas de lavandina, y –entre otras advertencias-, no llevar a la boca ningún alimento como ser frutas y verduras que no hayan estado previamente lavadas varias veces.

    Sin embargo, ¿alguna autoridad sanitaria se percató ahora que la costumbre ancestral del coqueofue y será una vía de entrada de cualquier bacteria al cuerpo humano?

    Al parecer no, porque las hojas de coca se están vendiendo en cualquier punto de la ciudad con total libertad y sin control de higiene. Aunque la práctica del coqueo estápermitido por ley en el país, nadie hace nada por frenar esta costumbre ancestral que, de una manera uotra, podría expandir el COVID-19 por todo el territorio argentino ya que el coqueoes practicado por choferes de micros de larga distancias, camioneros que recorren las rutas argentinas y de transporte de carga que salen y vienen de países limítrofes. Los choferes (o cualquier personas que coquee) saben de las bondades de la hoja de coca, porque les retrasa el hambre, ayuda a mitigar el cansancio y por ende, el sueño.

    Las hojas de coca provienen desde Bolivia, y llegan contrabandeadas a la Argentina (donde hay un alto consumo), sin ningún tipo de control sanitario. La hoja de coca, hasta llegar a la persona que tiene el vicio del coqueo, en su lugar de origen de cosecha, pasa por decenas de manos sin ningún tipo de protección lo que podría transmitir cualquier tipo de enfermedad que por la boca puede ingresar al organismo de una persona.

    En tiempo de pandemia, mediante el coqueo, el COVID-19 podría encontrar el medio de contagio que no está siendo tenido en cuenta, dado que en Salta, la costumbre de coquear sigue firme, aunque en la actualidad y por el alza de su costo en dólares como consecuencia que las fronteras  están cerradas y su contrabando está acorralado por los estrictos controles fronterizos y en rutas argentinas, aquí en el norte argentino coquea el que tiene dinero, ya que los 20 gramos de hojas de coca cuestan $300, importe que antes de declarada la cuarentena en el país, se podía comprar con el mismo mporte unos 125 gramos. Pero no porque coqueen unos pocos, se subestime  al peligro de coquear.

    Esta tremenda ganancia que le provoca a favor de los contrabandistas que, desde la clandestinidad, no tributan ni un solo peso porque en Argentina no hay una ley que regule su importación y venta para consumo humano. Los especialistas e investigadores de las fuerzas de seguridad en Argentina, aseguran que si dictara una ley para liberar su exportación, el norte argentino se convertiría en un gran productor de cocaína.

    Veintiocho años después de publicada mi nota en Clarín, “Masticando el peligro”, el contrabando de hojas de coca sigue prohibido por ley, pero su contrabando sigue firme porque no está controlado como debe ser.

    Las notas que a continuación transcribo, son intemporales. No pasan de moda. Salvo que fueron hechas en tiempo de cólera y que ahora se pueden leer en tiempos del COVID- 19.

    Jesús Rodríguez

    El coqueo, una vía de ingreso de virus y bacterias al cuerpo humano. Facsímil Clarín

    Buenos Aires, domingo 15 de marzo de 1992

    Masticando el peligro

    Además de un viejo ritual del norte, masticar hojas de coca es hoy una vía de entrada del cólera. Aquí, se explica el porqué.

    Nadie está a salvo, ni siquiera el más escrupuloso de los salteños. Aunque consuma agua purificada, aunque lave a conciencia la fruta y la verdura, aunque cocine sus alimentos el tiempo necesario, el cólera puede colarse todavía en su vida por la ventana de uno de los hábitos más extendidos: el coqueo.

    Miles de salteños consumen diariamente hojas de coca proveniente de Bolivia, a las que mastican durante largas horas mezclándolas con dosis de bicarbonato de sodio. La centenaria costumbre del coqueo presenta hoy un doble riesgo. Por una parte, las hojas de coca llegan al consumidor sin el más elemental control sanitario: pueden estar contaminadas del vibrión colérico por medias docenas de causas más o menos esperables. Y en segundo lugar, la presencia del bicarbonato contribuye a eliminar la acides que segrega el organismo como parte del proceso digestivo. Las sustancias ácidas pueden matar el vibrión durante la digestión. Si disminuyen –como lo hacen cuando se consume bicarbonato en forma cotidiana-, es más probable que el vibrión sobreviva en el organismo, y por tanto lo enferme.

    Se calcula que de cada 10 salteños, 3 son coqueros consuetudinarios y consumen entre 15 y 20 gramos diarios. El coqueo no reconoce fronteras sociales: lo hace el legislador, el comerciante, el asalariado. De acuerdo a una investigación que Clarín publicó en julio de 1991, se presume que los salteños gastan 18 millones de dólares al año en este vicio “menor”. Masticar hojas de coca, afirman, no solo quita el cansancio, sino también reduce el apetito y hasta colabora con la buena digestión. Se las comercializa en sobrecitos que contienen 10 gramos de hoja de coca seleccionada o despalillada. Y cualquiera puede venderlas. En quioscos, almacenes, verdulerías y supermercados se ven cartelitos que anuncian “coca y bica”. Hojas de coca. Bicarbonato. Una combinación hasta hoy inofensiva que de pronto, con la intervención del cólera, puede tornarse letal.

    • La última siembra

    El coqueo es un vehículo potencial del cólera. Las hojas que se están consumiendo actualmente vienen desde Bolivia, y son fruto de la última cosecha de 1991, cuando –se supone-, el cólera no había estallado en el país vecino. Pero en este mes se realizará otra cosecha, y la coca resultante fluirá hasta la Argentina por medio del contrabando. De aquí en más, los sobrecitos de 10 gramos pueden estar escondiendo algo más que coca.

    La gente que participa en la cosecha en Bolivia puede infectar el producto. El peón suele pararse frente al arbusto y apalearlo para que las hojas caigan al suelo, donde permanecen formando un colchón verde que cubre miles de metros cuadrados. Mientras dura la cosecha, el peón come o hace sus necesidades sobre ese colchón. Días después se recogen las hojas y se las atan en “chanchitos” como se llaman habitualmente a los fardos de 20 kilos. La práctica del contrabando hacia Salta, Jujuy y Tucumán, está perfeccionándose: ya no solo se eluden los puestos de frontera, sino también los controles sanitarios.

    Al peligro potencial que presenta hoy el consumo de la hoja se agrega las consecuencias nefastas del abuso de bicarbonato de sodio. “se me arrugó el páncreas de tanto coquear”, declaró Zambrano. El doctor Juan Carlos Domínguez, bioquímico especialista en el tema estupefacientes, explicó a Clarín que “el bicarbonato neutraliza la acidez del tubo digestivo. De este modo el coquero se convierte en un ser propenso a contraer el cólera, porque sus defensas naturales se ven disminuidas. El tubo digestivo pierde acidez y gana salinidad, y el cólera se desarrolla mejor y más rápido en un medio salino”. Domínguez agrega además que el vibrión del cólera conserva su capacidad de contagio una semana aún fuera del organismo humano. “Si un cosechero está enfermo –sostiene- puede transportar la bacteria a las hojas de coca”.

    La Ley de Estupefacientes Nº 23.737 no penaliza el acto de coquear ni la tenencia de hojas de coca para consumo personal. La introducción la introducción de hojas en el país sí está penalizada, porque podría derivársela a la producción química de cocaína pura. Mientras las hojas circulen sin ningún tipo de control bromatológico, cualquier “coquero” podrá contagiarse del cólera de una forma que no había previsto al cuidar su agua, sus verduras, su higiene personal. Hasta los turistas, que suelen “coquear” de paso por las provincias del Noroeste, porque lo consideran una costumbre colorida, original, folclórica. Más que una costumbre, el coqueo es una tradición que los salteños no pueden abandonar pese a la amenaza del cólera.

    Nadie está a salvo, entonces. De aquí en más, el coqueo sí tiene severas contradicciones.

    Jesús Rodríguez

    uenos Aires, miércoles 10 de junio de 1991.

    SECUESTRARON 4 TONELADADAS Y MEDIA DE HOJAS DE COCA

    Los salteños gastan u$s 18 millones al año en el coqueo

    ¿Qué es el coqueo? La costumbre ancestral de masticar hojas de coca – Y no es delito: lo permite la nueva Ley de Estupefaciente – Se calcula que quienes están en este negocio venden casi 180.000 kilos anuales a razón de 100 dólares cada uno – Lo que está penado es la introducción de hojas de coca desde el exterior, porque podrían derivarse a los laboratorios clandestinos que procesan el clorhidrato de cocaína.

    El operativo conjunto que desde el primero de este mes se cumple en toda la zona norte del país, a cargo de diferentes organismos de seguridad en la lucha contra el narcotráfico, ha permitido secuestrar casi 4.500 kilos de hojas de coca.

    El coqueo –ese hábito de masticar hojas de coca tan común en el noroeste argentino-, implica en Salta un consumo semanal estimado en 3.600 kg de hojas, lo que al mes significa 14.400 kg, y al año 172.800  kg. Se calcula que un kilo de hojas de coca cuesta 100 dólares, lo que, multiplicado por la cifra anual, representa 17,8 millones de dólares, de los cuales apenas un 10 por ciento sirve para renovar el stock. El resto es ganancia en negro.

    Esta costumbre ancestral puede ser practicada con total libertad, debido a que la nueva Ley de Estupefaciente, la 23.737, no penaliza el acto de coquear ni la tenencia de hojas de coca. No es casual, entonces, que el coqueo se haya incrementado en esta provincia.

    Pero la ley 22.215, de aduanas o contrabando, sí penaliza la introducción de hojas de coca al país porque de estar permitida, podrían derivarse hacia otras utilizaciones, como la instalación de laboratorios clandestinos para procesar el clorhidrato de cocaína.

    • Contrabando hormiga

    En Salta no se han localizado plantaciones de coca, a causa de sus condiciones climáticas adversas. ¿Cómo se ingresa entonces la coca hasta la capital de la provincia, la proviene del norte de Bolivia y el sur del Perú para ser comercializada aquí si limitaciones?

    Existen varias maneras: a lomo de burros que se conducen solos por las sendas de los cerros, lejos de los controles fronterizos. En operativos hormigas que hacen los pasadores de “chanchitos” (como se llama a los fardos de 20 kilos de hoja de coca). Y también está el hombre común que ingresa para su uso personal no más de un kilo… pero tanto va el cántaro a la fuente, que termina abasteciendo a una importante cantidad de salteños coqueros.

    ·    Contra el cansancio y el hambre

    No se trata de que sólo se coquee en la ciudad. El hábito aumenta o disminuye según se esté en zona rural, urbana o de frontera. Los campesinos son los que tienen más arraigada esa costumbre, en la que tampoco hay edades establecidas. Cualquiera lleva un acullico en la boca, que le sirve de aliciente para quitarle el cansancio y rebajarle el apetito.

    En esto no importa la ética, sino la necesidad del hombre que trabaja en los cañaverales, en los tabacales o en la vendimia. Recurre a la coca porque quizá trae esa costumbre a cuesta desde el vientre mismo de su madre, ya que las mujeres ocupan un lugar muy importante en el consumo de coca por algo muy simple: trabajan de sol a sol, como el hombre que tienen por compañero.

    Se calcula que tres de cada diez salteños coquean todos los días. Se estima que un acullico puede oscilar entre los 7 y los 8 gramos; pero a medida que transcurren las horas, paulatinamente se le van agregando nuevas hojas de coca y escupiendo las que se considera que ya no surten efecto, lo que implica un consumo de 15 gramos. No obstante, los que no saben coquear –aquellos que trituran las hojas de coca con los dientes, lo que no deja de ser otra forma de coqueo-, pueden “devastar” fácilmente unos 30 gramos.

    Este 30 por ciento de la población salteña seguramente no ha pensado nunca en los 16 millones de dólares de ganancia anual que deja el coqueo a los traficantes. Y si alguien piensa que la cifra es exagerada, debe tener en cuenta que seguramente la realidad sea superior, ya que el coquero está acostumbrado a ponerse su acusi o acullico después de cada comida.

    ·    Vendedores a pedir de boca

    Años atrás, cuando el coqueo estaba restringido, la compra de una bolsita de hojas de coca se convertía en una hazaña para quienes querían probar lo prohibido. Sin embargo, las caras conocidas por el bolichero no tenían inconvenientes. En la actualidad, en cambio, el negocio es tan fuerte y amplio, que permitió que emergieran los vendedores ambulantes para que el consumidor no se moleste en ir a buscar su bolsita.

    Los vendedores callejeros, que se movilizan en bicicletas portando bolsos, ingresan sin inconvenientes a todos los lugares públicos a ofrecer seleccionada (presentada en fundas plásticas de color verde), y la común (envasada en bolsitas transparentes). Se los ve frecuentar lugares sobre todo en los billares, confiterías, restaurantes, parrillas y otros lugares como cabaret, bailantas y ciertos garitos.

    Los amantes del boxeo, quienes viernes tras viernes colman el Polideportivo Delmi, se destacan especialmente en este hábito. Basta con echar un vistazo al cordón humano que forman los vendedores a lo largo  de las boleterías, ofreciendo y vendiendo bolsitas, para darse cuenta de cuán buscada es la coca.

    Pero no solo se ve a la gente coqueando en un estadio, sino también a empleados públicos, a funcionarios en su despacho, a ciertos legisladores en plena sesión de ambas cámaras y a profesionales. O en las sobremesas más distinguidas, al igual que en las más humildes. Y para redondear el relevamiento, habría que mencionar a los grupos de estudiantes que, cuando están preparando una materia, se ponen un volante (otras de las denominaciones del acullico) y dejan pasar las largas horas de la noche. El coqueo está en todos los estratos sociales. ¡Ni hablar de las guitarreadas!

    Aditivos sin riesgo

    Como nadie dice nada, ni tampoco se pregunta cómo se filtran las hojas de coca si la ley penaliza su ingreso al país, cualquier quiosco, almacén o despensa tiene un cartelito al frente de su negocio donde sintéticamente se ofrece : Coca y bica. Se trata del bicarbonato de sodio, que se usa como aditivo para prolongar el efecto de la coca. En el norte de la provincia, y en los cerros es reemplazado por la Illicta o Llipta, una pasta de sustancias alcalinas provenientes de de plantas de suelos, por lo común salitrosos.

    ¿Con el acto de coquear se está ingiriendo cocaína? El bioquímico salteño Juan Carlos Domínguez, uno de los impulsores de la División de Toxicomanía de la Policía de Salta, había explicado el año pasado a Clarín que “el masticar hojas de coca no significa introducir una cantidad de cocaína que provoque alguna alteración al individuo”.

    “Si se pone un acullico de 8 gramos –sostuvo-, la cantidad será del 0,5 por ciento. Pero además, la boca no es un laboratorio. No es adecuada para extraer la cocaína, y por eso se le adosa bicarbonato o Illicta, porque supuestamente causa un mayor efecto. Pero en lo referente a lo que uno traga, en el estómago tenemos jugos gástricos y ácido clorhídrico que lo neutralizan”.

    Lo cierto es que es raro encontrar en la provincia quien no haya probado el coqueo. Pero sobre la base de esta costumbre, alguien al margen de la ley, está sacando jugosas ganancias.

    Jesús Rodríguez

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