Femicidio en Villa María: la justicia consideró que no era peligroso, lo dejó libre y él asesinó a su pareja

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En marzo del 2019 la fiscal Juliana Companys pidió la detención de Ignacio Aldeco por violencia de género contra su pareja Liliana Stefanatto, en Córdoba. Pero una jueza lo dejó en libertad. El 1 de febrero él la asesinó de un golpe. Una investigación de la UFEM revela que sin Marchas la justicia tarda más y es más ineficiente en las sentencias de femicidios.

En marzo del 2019 él la golpeó y ella lo denunció por lesiones. La fiscalía pidió que permanezca preso hasta el juicio. La jueza dijo que no tenía que estar preso porque no era peligroso. Ahora ella está muerta y él está detenido. La justicia es un fracaso. No hay justicia. Hay una muerta más por femicidio en Argentina.

Liliana Stefanatto fue asesinada el 1 de febrero, en Santa Fe al 500, Villa María, Córdoba. Ignacio Aldeco tenía que ir a juicio por golpear a Liliana. El juicio no llegó. La justicia consideró que tenía que esperarlo libre porque no mostraba peligrosidad para obstaculizar el proceso, ni tenía intención de fugarse. No se fugó. No interrumpió el proceso. Le volvió a pegar con un elemento contundente en la cabeza y esta vez no la lesionó, la mató.

El femicidio de Liliana fue el primero en el 2021, en Villa María, pero el quinto en Córdoba. En Argentina ya hubo, al menos, 31 femicidios en lo que va del año, según el monitoreo de La Casa del Encuentro. Solo en este año 6 femicidas se quitaron la vida después de asesinar a una mujer. Eso muestra que el mayor peligro de los femicidas (en relación a otros crímenes) es que los agresores están dispuestos a todo con tal de cometer el asesinato.

La cantidad de suicidios entre los femicidas solo se puede leer con una peligrosidad equivalente a un acto terrorista. Ya que solo están dispuestos a quitarse la vida con tal de matar quienes se inmolan en un acto terrorista. Un patrón en los estudios de los femicidas es que no les importa ni su propia vida con tal de quitarle la vida a la mujer a la que consideran de su propiedad.

Por lo tanto, la protección judicial a las víctimas debe ser mayor y la interpretación de la peligrosidad de la violencia mucho más alta y con otros parámetros distintos a otras causas. Si la justicia actúa de la misma forma frente a una tentativa de femicidio que a una estafa no va a prevenir los femicidios. No importa si el delincuente no se puede escapar o tener influencias para presionar en la causa. Pero sí importa si es capaz de matar o de repetir la violencia.

El peligro no era que el femicida se vaya, sino que se quede. Pero la justicia muestra, una vez más, como no comprende la raíz de la violencia de género, la diferencia con otros delitos y que no solo no evita sino que es co-responsable de los femicidios. Por eso, es imprescindible que las capacitaciones en género no sean excepcionales o aisladas, sino que lleguen a todo el Poder Judicial.

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