Él se emborrachó, la atacó a trompadas y ella lo mató con un cuchillo de carnicero

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El crimen fue en Glew. La mujer está detenida.

La madrugada del domingo 29 de agosto iba a quedar marcada para siempre. En la noche del sábado, la pareja había comenzado a tomar alcohol después de cenar. Por un rato, la violencia que él ejercía sobre ella no iba a estar presente en esa casa al sur del Conurbano Bonaerense. Pero la paz iba a durar poco.

Cerca de las tres y media de la mañana, el efecto de las bebidas junto con algunos estupefacientes transformaron los ánimos. La discusión entre Carla Díaz, de 30 años, y su novio Matías Romero, de 38, fue subiendo de tono. Hasta que él se acercó y comenzó a golpearla. Nada parecía detenerlo. Parecía más sacado que nunca. Pero pronto iba a terminar.

Unos minutos después, un llamado al 911 alertó a la Policía de la provincia de Buenos Aires. Los efectivos de la comisaría 7° de Glew llegaron enseguida a la casa de la calle Zufriategui al 3200, entre Espoile y Arreghini, en esa localidad del partido de Almirante Brown. Sabían que había un hombre herido. Nada más.

En la puerta de la casa, Carla los esperaba. Aún en shock. “Lo maté”, fue lo primero que dijo. “Me pegó y lo maté”, agregó. Ella estaba de pie. Inmóvil. Sabía que su vida había cambiado para siempre después de terminar con la de su pareja. Pero también le había puesto un punto final a la violencia de género de la que era víctima hacía bastante tiempo.

De a poco, Carla le contó a los policías que la situación de violencia comenzó después de tomar alcohol y de consumir estupefacientes. Una discusión hizo que Romero se enojara y la golpeara en reiteradas oportunidades en el cuerpo.

Entre el dolor, la bronca y el miedo, la mujer fue hasta la cocina, agarró un cuchillo de carnicero de mango blanco y dio vuelta sobre su propio eje. Cuando su novio se acercó para darle otra trompada en el cuerpo, ella estiró su brazo y le hundió la cuchilla en el estomago. Casi al lado del ombligo.

El hombre caminó unos pasos. Mareado. Se sentó en el piso de la habitación conyugal y apoyó la espalda contra la pared. Murió en esa posición. Tal vez sin creer lo que había ocurrido. Lo que se dijeron en esos últimos minutos de vida, sólo lo sabe ella.

La herida era de cerca de cinco centímetros y parte de los órganos habían quedado a la vista. Cuando los médicos llegaron ya no pudieron hacer nada. La hemorragia interna y la herida en el estomago y en los intestinos había sido letal.

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