Paliza a lo River: campeón del Trofeo de Campeones

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Con doblete de Álvarez, Rollheiser y Carrascal, el equipo de Gallardo goleó a Colón y cerró el año con otro título.

No se va a terminar más. El ciclo de Gallardo es para siempre. Y siempre hay una alegría más. Anoche ganó el cuarto título del año en Santiago del Estero y cerró un 2021 en el que terminó desfilando, como River sabe, como toda la vida. Sí, no hay error: fue el cuarto título del año. La Supercopa, la Liga Profesional, el Trofeo de Campeones y la continuidad de este entrenador, que es la que garantiza toda esta fiesta.

Acá, en la Madre de las Ciudades, la gente le agradece para siempre por seguir, por no marearse con ya 14 (catorce) vueltas olímpicas durante estos siete años y medio. Y goza, goza con el fútbol de un equipo inolvidable, que estará bien arriba entre los incontables River de Gallardo que ya hubo y que ya son casi imposibles de distinguir.

En todo caso, los que vendrán tendrán una particularidad: no estará Leo Ponzio, que se despidió como merece, campeón, el más campeón, superando a un tal Labruna como el futbolista más ganador de toda la historia de este club centenario con 17 estrellas. La memoria de Angelito vio pasar ayer a un tal Gallardo una vez más: con 22 campeonatos igualó el palmarés más alto de todos entre etapas de jugador y deté: por eso más temprano que tarde ambos custodiarán con sus estatuas un Museo que no para de crecer y que está estallado de trofeos. Traigan vitrinas, que copas sobran.

La que sumó este sábado por la noche llevó la firma del verdadero Spiderman, del jugador más relevante del fútbol argentino: Julián Álvarez es un superhéroe que no para de crecer, que juega en el aire. Si por algo se recordará a esta versión campeona 2021 de River con el paso de los años será por la explosión del cordobés.

Que hace ya tres años Gallardo le diera el dorsal número 9 era un spoiler que pocos vieron para este chico que hace maravillas, que no le erra nunca al arco, que apareció cuando el partido lo necesitaba para cerrar con un doblete un segundo acto de temporada con números que asustan, que están a la altura de la élite europea y que le garantizan en un futuro lamentablemente poco lejano un destino en el Norte de nuestro mundo. Acá, en el Norte de Argentina, en el Sur del planeta, todo le empieza a quedar tan chiquito como deja la pelota.

No se va a terminar más. El ciclo de Gallardo es para siempre. Y siempre hay una alegría más. Anoche ganó el cuarto título del año en Santiago del Estero y cerró un 2021 en el que terminó desfilando, como River sabe, como toda la vida. Sí, no hay error: fue el cuarto título del año. La Supercopa, la Liga Profesional, el Trofeo de Campeones y la continuidad de este entrenador, que es la que garantiza toda esta fiesta.

Acá, en la Madre de las Ciudades, la gente le agradece para siempre por seguir, por no marearse con ya 14 (catorce) vueltas olímpicas durante estos siete años y medio. Y goza, goza con el fútbol de un equipo inolvidable, que estará bien arriba entre los incontables River de Gallardo que ya hubo y que ya son casi imposibles de distinguir.

En todo caso, los que vendrán tendrán una particularidad: no estará Leo Ponzio, que se despidió como merece, campeón, el más campeón, superando a un tal Labruna como el futbolista más ganador de toda la historia de este club centenario con 17 estrellas. La memoria de Angelito vio pasar ayer a un tal Gallardo una vez más: con 22 campeonatos igualó el palmarés más alto de todos entre etapas de jugador y deté: por eso más temprano que tarde ambos custodiarán con sus estatuas un Museo que no para de crecer y que está estallado de trofeos. Traigan vitrinas, que copas sobran.

La que sumó este sábado por la noche llevó la firma del verdadero Spiderman, del jugador más relevante del fútbol argentino: Julián Álvarez es un superhéroe que no para de crecer, que juega en el aire. Si por algo se recordará a esta versión campeona 2021 de River con el paso de los años será por la explosión del cordobés.

Que hace ya tres años Gallardo le diera el dorsal número 9 era un spoiler que pocos vieron para este chico que hace maravillas, que no le erra nunca al arco, que apareció cuando el partido lo necesitaba para cerrar con un doblete un segundo acto de temporada con números que asustan, que están a la altura de la élite europea y que le garantizan en un futuro lamentablemente poco lejano un destino en el Norte de nuestro mundo. Acá, en el Norte de Argentina, en el Sur del planeta, todo le empieza a quedar tan chiquito como deja la pelota.

Álvarez fue el motor que derrumbó a Colón pero con un equipo por detrás que jugó como se juegan las finales. Que buscó el partido desde el primer minuto y que pegó en los momentos justos. Con un Santiago Simón que tampoco tiene techo y que tiene un pie de terciopelo con el cual asistió a JA9 en el 1-0. Con un Paradela que con el correr de los minutos de la terminó creyendo y que le dio la razón (por enésima vez) a Gallardo por confiar en él cuando nadie lo pensaba titular.

Con Enzo Fernández y Palavecino como los generadores de juego del equipo cada vez más afianzados. Con un Rojas que definitivamente se ganó un lugar en el lateral a puro laburo. Y sobre todo con un Paulo Díaz que es hoy el mejor marcador central del país por buena diferencia, una fiera en la marca, tiempista en los anticipos (uno valió un gol) y con una técnica de enganche para los pases filtrados y los cambios de frente.

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