La insoportable levedad de Alberto Fernández. Por Pablo Sirven

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    ¿Esquivará el Presidente el Tedeum del 25 de Mayo? Retenciones, sí; retenciones, no y prioridad para el 0,12 de “argentines”

    El Hercules partió poco después de las tres de la madrugada de la base militar de Palomar rumbo a la Antártida. En su interior viajaba un presidente de la Nación y una mujer que lo sería más adelante. Hasta entonces solo un primer mandatario argentino, Arturo Frondizi, había pisado el continente blanco.

    Era el 10 de agosto de 1973 y hacía menos de un mes que se había consumado el golpe de palacio contra Héctor J. Cámpora, cuando la áspera interna del oficialismo justicialista de entonces se dirimió más expeditivamente que ahora y Juan Domingo Perón mandó a archivar el artefacto electoral con el que había logrado puentear la restricción electoral impuesta por el dictador Alejandro Agustín Lanusse para que el líder justicialista no compitiera en las elecciones del 11 de marzo. Le bastaron a Perón 49 días de su delegado en el poder para advertir que la gestión iba exactamente para el lado contrario del que pretendía, y no le tembló la mano. Hoy, de ese fugaz y traumático proceso solo queda el apellido “Cámpora”, nombre de la organización que lidera el díscolo Máximo Kirchner.

    El 13 de julio, el odontólogo de San Andrés de Giles, el “tío” querido de la “juventud maravillosa”, presentaba su renuncia “indeclinable” y se abría un nuevo proceso electoral que desembocaría el 12 de octubre de 1973 en la efímera presidencia de Perón, de escasos nueve meses, hasta su muerte el 1° de julio de 1974.

    Los que entonces se zarandearon en el Hércules hasta pisar el helado piso antártico eran el primer mandatario interino Raúl Alberto Lastiri, el Sergio Massa de ese momento, parte de su gabinete e Isabel Perón.

    De concretarse la visita del actual presidente Alberto Fernández a la base Marambio el 25 de mayo será inevitable que los más memoriosos recuerden aquella foto a doble página en el semanario montonero El Descamisado en la que figuraban Lastiri y su comitiva, enfundados en esos estrambóticos trajes térmicos, tipo astronautas. El título -letal- decía: “De todos lados se vuelve menos del ridículo”.

    Con la gestión trabada y la inflación galopando, el Presidente debería cuidarse con sus acciones de seguir rindiendo involuntario homenaje al título de la obra cumbre de Milan Kundera (La insoportable levedad del ser). Lo que en tiempos de bonanza no tendría mayor significación podría acrecentar la gran irritación que campea en la sociedad y que fogonean con saña las redes sociales y algunos programas de televisión.

    Lo que cuando las cosas funcionan medianamente bien sería algo del todo secundario puede cobrar desmedida relevancia precisamente por el contraste entre la gravedad de los hechos, y la inoperancia para solucionarlos.

    No parece percibir Alberto Fernández que cada vez más seguido, cuando abre la boca, produce un tembladeral en su propio gobierno y lastima un poco más su gris autoridad. Pasó hace unas horas con el tema de retenciones, sí; retenciones, no. Su staff debe salir a hacer “control de daños” autoinfligidos de manera continua. Se aclara, se enmienda y hasta se desmiente la palabra presidencial. Es para un simposio de expertos en semiótica…¡o de psiquiatría!

    Fernández no ha pasado nunca como presidente por la experiencia del Tedeum de manera presencial en la Catedral Metropolitana ya que los dos anteriores se hicieron a puertas cerradas por culpa de la pandemia. Sus antecesores de su mismo color político en la primera magistratura, Néstor y Cristina Kirchner, fueron expertos en esquivar esa cita, cara a cara, con la Iglesia. Es la ocasión en la que el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina -antes, el hoy papa Jorge Bergoglio; ahora, Mario Poli- en su homilía, suele ser poco condescendiente con la acción gubernamental. Las cámaras no perdonan cuando escrutan el rostro presidencial. Y mucho menos, los sobredimensionados análisis posteriores que depara la tele.

    Celebrar la fecha patria en la Antártida, si se termina dando, por un lado confirmaría la gambeta para sacarle el cuerpo al Tedeum, pero, por el otro, agrega otra gestualidad histriónica de tipo simbólica, sin la más mínima incidencia en el mejoramiento de tanto índice económico destartalado.

    La suma de apariciones intrascendentes, en momentos de malhumor social, no ayudan a fortalecer al Gobierno.

    Dos ejemplos recientes del foco descentrado del Presidente: el mustio acto de la UOCRA, que solo sirvió para patentizar la ausencia del ala kirchnerista y que le regalaran una lapicera (casi una cargada), y lo que destacó tras el censo. Alberto Fernández dijo: “Es la primera vez que el Estado argentino pregunta sobre la identidad de género de cada argentino, de cada argentina, de cada argentine”. Solo un 0,12% de los censados se autopercibieron “argentines”, pero hay más de 40% de pobres. ¿Cuáles son las prioridades?

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