Estamos rodeados: Alberto Fernández no quiere pagar el costo de la persecución al narcotráfico. Por Carlos Pagni

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    Ya no estamos hablando solamente de bandas que matan gente, lo cual, ya de por sí, es escalofriante por el nivel, la frecuencia, la cantidad con que lo hacen. Ahora sabemos que está contaminada la justicia, que está contaminada seriamente la policía de la provincia de Santa Fe y que está contaminada la política.

    Hay veces en que aparecen episodios, noticias que nos hacen notar que un fenómeno que veníamos viendo, que tenía determinada inercia, que lo conocíamos de determinada manera, cambia de grado, cambia de naturaleza, sube un par de escalones. Eso es lo que está pasando con la situación del tráfico de drogas en Rosario.

    Ya no es lo mismo, no es que aumentó en cantidad un fenómeno, sino en calidad, porque nos enteramos de dos cosas nuevas. Primero, una de las bandas decidió decir, a escala nacional y probablemente internacional, “aquí estamos”, cuando se metió con un apellido que debe ser el más conocido de la Argentina a nivel mundial: Messi. No es una confusión, no es un malentendido, no es que se equivocaron de timbre. Fueron a un lugar a partir del cual esta banda de narcotraficantes decidió tener mayor visibilidad.

    Paralelamente, nos encontramos con otro problema. Ya no estamos hablando solamente de bandas que matan gente, lo cual, ya de por sí, es escalofriante por el nivel, la frecuencia, la cantidad con que lo hacen. Ahora sabemos que está contaminada la Justicia, que está contaminada seriamente la policía de la provincia de Santa Fe y que está contaminada la política. Todo esto, a lo mejor, lo entreveíamos, lo suponíamos, había posibilidad de vislumbrarlo, no lo sabíamos; ahora, lo sabemos. Es decir, es un fenómeno que está cambiando de naturaleza, está cambiando cualitativamente, se está agravando de una manera preocupante.

    La reacción del oficialismo, de la política, frente a esto es bastante contradictoria. Pareciera gente que está dando golpes de ciego frente a una situación grave. No nos debe extrañar, porque estamos ante el fracaso de la política en distintos niveles, el fracaso de la política frente a la inflación, el fracaso de la política frente a la pandemia. Ahora, es el fracaso de la política frente, podríamos decir, ¿al narcotráfico? No, es más grave, es el fracaso ante bandas de narcomenudeo, porque lo que sucede en Rosario es eso. Sí, seguramente debe haber conexión con grandes redes de narcotráfico, pero estamos hablando de bandas de narcomenudeo que están en una zona identificable por helicóptero, son un conjunto de manzanas, y la política no sabe qué hacer frente a eso.

    ¿Por qué digo que no sabe qué hacer? Aparece la exministra de Seguridad, Sabina Frederic, la primera ministra de Seguridad de Alberto Fernández, que sigue siendo funcionaria de este gobierno, trabaja en Cancillería, está al frente de los Cascos blancos. Hizo declaraciones hace poco que llamaron la atención un poco, por lo superficiales, “que venga Messi a hacer una campaña”. No es eso lo que importa, lo que importa es algo que dijo antes, hace, más o menos, siete semanas. Dijo: “Acá, el problema es la sangre. ¿Por qué hay sangre en Rosario y no hay sangre en la provincia de Buenos Aires cuando, en Rosario y en el Conurbano, hay el mismo nivel de narcotráfico? Porque los bonaerenses tienen la suerte de que el Estado, la policía bonaerense administra el narcotráfico”.

    Es decir, la ventaja que tienen los bonaerenses es que la policía bonaerense -no dijo “combate”, dijo “administra” el narcotráfico- decide zonas, no deja que entren otros, reparte el juego y, probablemente -seguramente- cobra por eso. En cambio, en Santa Fe, la policía es una banda más entre las bandas. Esto lo dice una funcionaria del gobierno que tuvo a su cargo el problema de la seguridad en el país y recomienda algo: sacar del juego a la policía de Santa Fe porque es el centro del problema, no parte del problema; acuartelarla y llegar a Santa Fe con otras fuerzas.

    El gobierno, intuitivamente, habrá seguido esa línea, algo de eso está haciendo. Y hoy el presidente, después de mucho tiempo, dice “me pongo al frente del problema, yo, Alberto Fernández”, y manda a Santa Fe al funcionario que probablemente le resulte más leal dentro de la administración en un momento en que la lealtad a Alberto Fernández escasea llamativamente, que es Aníbal Fernández. Y deciden mandar fuerzas federales reconociendo que la policía santafesina ha defeccionado la tarea de pelear contra ese delito -siempre que no pensemos que es parte de ese delito- y dice algo más, “voy a mandar al Ejército, lo voy a mandar para hacer tareas de ingeniería en las villas” sin armas.

    Estamos ante un tema delicadísimo, porque no es que van a hacer ingeniería en las villas, esa ingeniería es una forma de combatir el narcotráfico, es la posibilidad de liberar escondites, de abrir calles para que entre la policía, de instalar cámaras de seguridad.

    ¿Qué pasa si ese Ejército, si esos militares desarmados son víctimas de un atentado de esa banda que quiere visibilizarse, que quiere decir “acá estamos”? ¿Qué va a hacer Alberto Fernández si desgraciadamente -ojalá no suceda- tiene a un muerto desarmado, un soldado en una villa de Rosario bajo las balas del narcotráfico?

    Todo esto, ¿por qué sucede? Porque no tiene la valentía de instalar el estado de sitio en esa zona, porque no quiere pagar el costo de la persecución al narcotráfico. Pensemos lo mejor, porque pensar lo peor sería solamente pensar que estamos ante un acto de campaña del Presidente, que se dirige a la reelección con su jefe de campaña, el ministro de Seguridad.

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