El Hospital de Oran exploto con casos de dengue

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Decenas de personas esperaban su turno para ser atendidos en el hospital de Orán San Vicente de Paul

El hospital San Vicente de Paúl explotó hoy con los casos de dengue. Está saturado. No hay camas, los pasillos están abarrotados con pacientes en camillas cubiertos por tules y quejándose de los fuertes dolores que causa la enfermedad.

En Orán, el hospital está saturado de pobladores que llegan con los síntomas de dengue o chikungunya y relatan que en los barrios o las comunidades aborígenes hay muchos casos.

Una madre carga a su hijo adolescente que llegó gritando del dolor al hospital San Vicente de Paul, de Orán

Venían tres en una moto. En el medio, un joven que gritaba de dolor. Ella, su madre, lo cargó en su espalda y entró a la única puerta abierta del Hospital San Vicente de Paul de Orán. La otra, la principal, ya está cerrada a eso de las 19 horas. Con su hijo colgado, casi no se podía tener en pie en la guardia donde una empleada tiraba agua y detergente como para remover el vómito del adolescente.

Eran las 19 y, dentro de la guardia, decenas de personas esperaban su turno. Nadie se sorprendió de aquella escena porque situaciones similares se repetían desde la mañana. La gran mayoría llega con un mal que produce fuertes dolores abdominales, náuseas, dolores articulares y fiebre atesta las guardias de los hospitales. Esos síntomas coinciden con el dengue o la chikungunya.

El dengue se murmura y se presiente en el norte de Salta. Ellos, los que esperan ser atendidos, suponen que ese estado que refieren se trata de alguna de las enfermedades que se contagia por la picadura de un mosquito. Los otros, los funcionarios, no quieren siquiera pronunciar la palabra. “Está lleno, por todos lados. En mi barrio, el Néstor Kirchner, hay cantidad de gente”, dice una joven, de unos 35 años, que trajo a su mamá con esos síntomas.

Muchos pacientes se van del hospital sin un diagnóstico

Lejos de los pacientes, los funcionarios son los grandes silenciadores del fenómeno. “Soy coordinador de enfermedades tropicales del municipio y desde nuestro lugar hacemos prevención y capacitación en la lucha contra el dengue. En cuanto a la situación epidemiológica corresponde que la información se las proporcione la jefa del Área de Epidemiología del Hospital San Vicente de Paul”, dijo Sebastián Lazarte, Coordinador de Enfermedades Tropical del municipio. Hay quienes dicen que no lo que no se publica no existe. Quizá un paso por los centros de salud podría servir de comprobación empírica.

Pero más allá de la negativa con LA NACION, el funcionario había hablado en Radio Ciudad de esta localidad. “En el área operativa Orán la cantidad de casos positivos confirmados hasta ayer es de 149 de los cuales 85 corresponden a la ciudad de Orán y el resto a las localidades de Aguas Blancas e Isla de Cañas”, dijo el coordinador.

Un cartel que alerta sobre el dengue en un pasillo del hospital salteño de Hickman

El intendente de la ciudad, Pablo González, médico, no contestó los mensajes que le envió este cronista.

En el hospital, las escasas estadísticas toman cuerpo. Un hombre que trabaja en la construcción también habla de esos síntomas. “Yo espero a mi concubina –dice con voz de susurro–. No sabemos qué tiene, pero llegó con un dolor de panza y fiebre”.

La sala de espera respira la posibilidad de que haya dengue. En un punto, pese a las horas, los dolores y la falta de diagnóstico, entienden que estos síntomas saturaron la demanda de médicos. “No dan abasto. Hay dos, y cada vez que entra alguna emergencia, uno de los médicos la atiende y queda solo uno para la guardia. No queda más que esperar porque no tenemos plata para ir a una privada”, dice un padre que llevó a su hija, de 36 años, con los mismos síntomas.

La carpa de la Cruz Roja que estaba abierta esta mañana en el hospital San Vicente de Paul de Orán

Una madre, que como todos no quiso dar su nombre, contó que llegó a media mañana a la guardia del hospital. “Mi hija vino con fiebre, dolores en todo el cuerpo y náuseas. A las 10 de la mañana no pudo más y vomitó en la guardia. Recién a la una vinieron a limpiar lo que quedó. Así estamos”, dijo. Eran las 20 y no tenía diagnóstico aún. “Seguro que es dengue. Nadie dice nada, pero está lleno”, agregó.

“Es más seguro estar fuera del hospital que adentro. Yo le juro que no se puede estar de mosquitos en las habitaciones y los pasillos. Yo entré a ver a mi hijo que está internado por otra cosa. Pero es impresionante la cantidad que hay”, dijo una señora, de unos 60 años, que salió sorprendida de la situación dentro del centro de salud.

“Alerta, dengue”

“¿Por qué está acá?”, le preguntó este cronista a un joven que dijo llamarse Carlos, de alrededor de 40 años. Estaba parado, recostado en la pared de la guardia, con una pierna recogida y apoyada. “Tengo dolor acá –dijo y se señaló la panza–. Hoy no tengo fiebre, ayer sí. Espero que sea otra cosa y no dengue. Pero hay mucho dengue.”

Un par de horas antes, LA NACION había llegado a Hickman, un pequeño poblado que está a unos 70 kilómetros de Embarcación. Con 40 grados, en la localidad de unos pocos cientos de habitantes y que se ubica entre la ruta 81 y las vías del ferrocarril Belgrano, hay una sola calle asfaltada. Tres mujeres aborígenes, wichis, esperan afuera. Apenas quieren hablar, pero después de algunas preguntan admiten que todas tienen los mismos síntomas. “Dolor de panza y calor”, dice una de ellas. “Muchas estamos así”, dice la otra.

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