Al renunciar a su candidatura, Alberto Fernández le entregó el bastón de mando a Sergio Massa. Por Diego Sehinkman

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    En los hechos, el poder que le quedaba al Presidente se desplaza al ministro de Economía, el socio estratégico de Cristina Kirchner.

    Anatomía de una decisión: es una decisión no deseada; es una decisión obligada. Por supuesto, se debe a las variables económicas desmadradas y una charla con Sergio Massa que terminó en una foto. En esa charla, el ministro de Economía le dice “tenés que bajarte, tenés que limpiar el camino”. Contra su deseo, Alberto Fernández decide aceptar. Ya tenía muchísima presión del propio Massa y también del resto del peronismo.

    Si se me permite exagerar, el Presidente hizo un adelanto de la entrega del poder, le entregó el bastón de mando, virtualmente, a Sergio Massa, que va a concentrar el poder como titular de Economía y primer ministro, una figura que no tenemos en Argentina, pero sí en otros países.

    En los hechos, el poder que le quedaba a Alberto Fernández se desplaza a Sergio Massa y esto fue una despedida. Si se observa el video, la música elegida es triste, es un réquiem, Réquiem por sueño, con un tono absolutamente apagado, contra su voluntad, acorralado por las circunstancias. Se despide del Gobierno sin despedirse en el video. Rota, todavía más, el eje del poder.

    Massa no consigue frenar el dólar ni la inflación, pero su éxito es que consigue parar a Alberto en esa conversación. Alberto tenía un gran poder, no de acción, sino de bloqueo. Con el conflicto de Alberto bloqueando se produjeron muchísimas tensiones. La última tuvo que ver con el vocero Aracre, que presentó algo muy parecido a un plan económico lo que irritó a Massa y generó todo un cortocircuito donde lo que estaba de fondo era la imposibilidad de tomar el control sobre la economía.

    Hubo largos años del kirchnerismo en que había alta inflación o corridas y, sin embargo, la sociedad pensaba, a favor o en contra, que había cierto control. Estamos en un momento en que la sensación es que la economía no está controlada, el dólar informal no está controlado y mucho menos la inflación. En ese contexto, han buscado un chivo expiatorio y es el Presidente quien, por supuesto, cometió malas praxis. El peronismo cree que corriéndolo de la escena va a poder elegir un sucesor -tal vez sea Sergio Massa- y ordenarse.

    Lo que no se ordena es la inflación, el dólar y la macro porque no han tenido voluntad política de armar un plan de estabilización. Solo crearon un “Plan llegar”. Acá están las consecuencias.

    Cristina es evanescente, aparece y desaparece según su conveniencia política. Ahora, estaba detrás de escena; silencio estratégico de Cristina hasta ahora. Es cierto que Cristina no habla, pero nos habla a través de quienes la interpretan. Leopoldo Moreau dijo hace unos días: “El gobierno de Alberto no es un gobierno kirchnerista, es un Gobierno de transición”.

    El Cuervo Larroque vivía pegándole como un punching ball al Presidente todas las semanas y en cada entrevista que le hacían. ¿Cuál es la novedad? Que ese punching ball, el que se llevaba la marca, el “ah, pero Alberto” ya no está más. Sigue, pero al bajarse, la gran objeción, el gran cuestionamiento, desaparece. Ahora quedan todos los reflectores apuntados a Massa, y él es socio estratégico por lo que no hace nada sin consultar a Cristina.

    Ahora, no hay un albertismo que bloquea y resiste y todo está en manos del kirchnerismo. El único logro político al que apunta el Presidente hoy y por el que quiere ser recordado es haber roto el dedo de Cristina para elegir candidatos. En este estímulo final, en esta arenga “que la lapicera sea de todos los militantes, de todos los que están en el movimiento”, lo único que quiere Alberto Fernández es “yo terminé como terminé, pero al menos, rompí con 20 años de dedo de Néstor y Cristina eligiendo candidatos. Que se democratice”. Eso es lo único a lo que puede aspirar Alberto Fernández de acá a diciembre.

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