El aumento de la inflación, pobreza y deuda que no acompañaron una eventual reelección. Por Por Martín Kanenguiser

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    La mayoría de los indicadores macroeconómicos exhiben un notable deterioro y la apuesta financiera para asegurar una transición ordenada está puesta en los sectores que constituyeron los principales “enemigos” del kirchnerismo.

    El presidente Alberto Fernández terminará su mandato con un récord de inflación, pobreza y aumento nominal de la deuda pública, entre otros indicadores negativos.

    El último empujón para “bajarse” de la reelección puede haber sido la reciente corrida cambiaria –acompañada con goteo de depósitos en dólares– y las escasas perspectivas de mejora. Además, todos los pronósticos, desde el Ministerio de Economía hasta el analista más crítico, marcan que la situación podría empeorar antes de mejorar.

    Mientras tanto, desde diciembre de 2019 la inflación acumuló un 400%, por encima de los períodos de Néstor Kirchner, Cristina Kirchner y Mauricio Macri.

    No es difícil entender por qué, tanto en la calle como en el debate de los economistas, se vuelva a hablar de una situación parecida a las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín, pese a que el mundo es otro porque –salvo la situación transitoria de la pandemia y la guerra en Ucrania– ya se superó el problema global de la inflación y la Argentina no. En la región, solo Venezuela tiene un índice de precios al consumidor (IPC) mayor que el del Indec.

    Y al 104% del IPC del último año hay que sumarle un tipo de cambio oficial y tarifas atrasadas, además de varios precios minoristas “pisados”. La experiencia histórica de levantamiento de la represión de los precios, desde los 70 en adelante, nunca ha mostrado un final feliz.

    Los datos de pobreza son el fiel correlato de este fracaso, del que ningún ministro puede quedar exento. A fines del 2019, alcanzaba al 35,5% de la población y, tres años más tarde, tocó el 39,2%; expertos como Martín González Rozada, Leopoldo Tornarolli y Agustín Salvia estiman que este gobierno llegará a diciembre con un pico del 42 por ciento. Los datos de la canasta básica total, que aumentó el 120% el último año, anticipan que esa previsión no resultaría desacertada.

    Y aunque el Gobierno saque a relucir que el PBI creció 2 años consecutivos y que el desempleo abierto cayó en 2022, este aumento de la pobreza –dato atenuado por los planes sociales- muestra con nitidez que un régimen de alta inflación crónica destroza cualquier otro logro.

    Tornarolli aclara que la decadencia es, claro está, más larga. “En 2011 éramos el país con el PBI per cápita más alto de América latina, en 2021 somos el quinto país en ese ranking”, precisó. Desde entonces, el Estado pasó de gozar un superávit primario del 0,2% (había sido del 2,9% en 2007) a contar un déficit del 2,4% en 2022. Una tendencia similar se observa en el resultado fiscal con pago de la deuda incluido, que pasó de un déficit del -1,4% en 2011 (tras un superávit del 1% en 2007) a un rojo del 4,2% el año pasado.

    En este contexto, el stock de deuda pública en marzo llegó a otro triste récord nominal: USD 397.788 millones, frente a USD 240.655 millones de fines del 2015 y a USD 323.065 millones de fines del 2019, aunque bajó como porcentaje del PBI del 90 al 85 por ciento desde el cambio de gobierno.

    Claro está que hace 3 años había margen para una reestructuración más inteligente de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que pedía a gritos un plan económico serio para aportar más recursos al país, pero la demora en negociar un acuerdo (más de 2 años), eliminó esa chance.

    De igual modo, la renegociación con los acreedores privados del 2020, aunque logró una alta aceptación, no le permitió al país ni volver a los mercados externos ni ampliar sus posibilidades de financiamiento en pesos. Al punto tal de que desde hace un año cada vencimiento de deuda local se ha transformado en un motivo de preocupación para el equipo económico y para el mercado.

    Así, la deuda crece día a día pero el Gobierno no se puede endeudar.

    En julio de 2022, cuando la tensión entre la vicepresidenta Cristina Kirchner y Alberto Fernández llegó a su punto más explosivo, Martín Guzmán dejó su cargo sin haber resuelto ningún problema estructural. Desde entonces, tras el breve e inentendible interinato de Silvina Batakis, Sergio Massa asumió la conducción del Palacio de Hacienda.

    Los datos marcan que el país creció 5,2% en 2022 y que este año caerá cerca del 2,5% según la CEPAL; que la inflación fue del 95% y que este año superará tranquilamente el 100% (110% para el REM, 130% para FIEL) y que la brecha cambiaria no se achicó.

    Y, según los economistas críticos, que no solo no se resolvieron las asignaturas pendientes sino que todas las medidas adoptadas por el Ministerio de Economía tendieron a “patear” los problemas, a través de regímenes cambiarios transitorios y diversas operaciones financieras que serán una pesada herencia para el próximo gobierno.

    La carrera presidencial

    El equipo económico sostiene, por el contrario, que la dinámica de una potencial hiperinflación estaba lanzada cuando asumió y que lograron controlarla. Que mejoraron el vínculo con EEUU y con el FMI, al punto tal que, cada vez que cada vez que el país incumple una meta del acuerdo –la más reciente fue la fiscal, la anterior la de reservas– el organismo que conduce Kristalina Georgieva mira para otro lado y solo reza para que llegue el 10 de diciembre.

    Esta mañana, después de ver el video de “renunciamiento” de Alberto Fernández, en el equipo de colaboradores de Massa había alivio. Creen que el ministro puede ser el mejor candidato presidencial del oficialismo y que, aunque no gane, quede posicionado por su edad como el principal líder de una eventual oposición para competir en 2027. De todos modos, aunque el escenario electoral aparezca lógicamente complicado, creen que “Sergio es el mejor candidato para una segunda vuelta”, sobre todo si enfrente está Patricia Bullrich. Una competencia con Horacio Rodríguez Larreta, admiten, sería más compleja.

    Y, claro está, con un rol de Cristina que “la tenga afuera de la fórmula presidencial como para no espantar a los indecisos, pero adentro del proyecto para asegurar el voto duro del kirchnerismo”.

    Además, afirman que, para EEUU, él constituye la mejor garantía de una transición ordenada, que podría acceder a que el FMI reformule el esquema de vencimientos de este año y permita aumentar el stock de reservas del BCRA con unos USD 10.000 millones de “ayuda”. ¿Llegará hasta ese punto la tolerancia financiera del G7?

    De todos modos, el partido, claro está, todavía debe jugarse día a día, admitían hoy cerca de Massa, mientras veían que, pese a la suba de tasas de ayer del BCRA, aumentaban las cotizaciones alternativas del dólar y esperaban a que la liquidación del agro empiece a repuntar. Rezan para que el presidente “no haga daño con declaraciones o jugadas” contrarias a conseguir un puente financiero.

    Paradojas del destino, un movimiento político que ha mantenido como eje central de su discurso una retórica agresiva desde 2003 hacia los acreedores externos y hacia el campo, aunque sus medidas indiquen lo contrario, ahora dependerá tanto del FMI como de los grandes exportadores de soja para llegar a buen puerto en diciembre con la menor cantidad de sobresaltos posibles.

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