Diego Maradona, el genio que vivió varias vidas en una sola

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La máxima leyenda del fútbol mundial tuvo una trayectoria amplia y diversa imposible de comparar con la de cualquier otro mortal.

¿Por dónde empezar a describir a Diego Maradona, el genio del fútbol mundial, que fue capaz de vivir varias vidas en una sola? ¿Por su leyenda deportiva, que lo convirtió en ídolo de multitudes en todo el mundo? ¿Por su caótica vida familiar, que hizo que, como si se trataran de los pétalos de una margarita deshojada, fueran apareciendo nuevos hijos en los distintos países en que vivió a lo largo de su vida? ¿Por sus abiertas posiciones políticas, siempre en contra de los poderosos del mundo? Como las mamushkas, esas muñecas rusas de madera que se encastran una adentro de la otra, la vida de Maradona tiene tantas aristas como uno se podría imaginar.

Diego Maradona y sus padres

Los datos estadísticos marcan que el Diez nació en 1960 en Villa Fiorito, partido de Lanús, en el seno de una clásica familia humilde del conurbano bonaerense, proveniente de la provincia de Corrientes. Y que muy pronto, como tantos pibes de su infancia, vio al fútbol como ese “ascensor social” que lo podría sacar de la miseria en la que vivía con sus padres y sus siete hermanos. Muy rápido se destacó en las divisiones infantiles de Argentinos Juniors, a tal punto que el diario Clarín le hizo una nota cuando tenía tan solo 10 años.

A partir de ahí, la gloria futbolística fue siempre un camino hacia arriba, que Diego subió escalón por escalón. A los 15 años ya jugaba en la Primera de Argentinos, a los 17 concentró con la Selección Argentina que se estaba preparando para el Mundial de 1978 (al final no fue convocado por su juventud) y, un año más tarde, se consagró campeón en el Mundial Juvenil en Japón.

En 1981 se produjo el primer “idilio” entre Maradona y una gran hinchada argentina. Ocurrió cuando fue traspasado a Boca Juniors, el club de sus amores, donde muy rápido se convirtió en ídolo al conseguir el Campeonato Metropolitano de ese año.

Diego Maradona, campeón mundial en México 86

Luego de un paso intrascendente por su primer Mundial de Fútbol absoluto en España 82, Maradona llegó a Europa con toda la expectativa que había generado en su desempeño por las canchas argentinas. Su primera experiencia en Barcelona no fue todo lo gloriosa que se esperaba de él, pero su siguiente desembarco en el Napoli superó cualquier ilusión previa. Allí alcanzó varios torneos y se volvió el ídolo máximo de la ciudad. Además, su etapa en Nápoles coincidió con sus dos mejores performances a nivel de Copas del Mundo, con la conquista en México 86 y el segundo puesto en Italia 90.

Para ese entonces, Diego ya era considerado como el mejor jugador de la historia, superando al mítico Pelé, y nadie podía dejar de hablar de “La Mano de Dios” y del antológico gol contra Inglaterra en 1986, cuando gambeteó a medio equipo inglés con el arquero incluido. Su fama a nivel mundial llegaba a los lugares más insospechados, donde se lo veía como una especie de “Robin Hood” futbolístico del subdesarrollo, que llegaba para castigar a los países ricos con sus goles y sus filosos comentarios.

Pero la gloria que había alcanzado en las canchas se complementaba con una faceta más oscura y hasta ese momento poco conocida del astro: su dependencia de las drogas. De a poco, se fue corriendo el velo sobre esa parte de su personalidad, y ya no se pudo ocultar más cuando fue suspendido por primera vez en 1991 en el fútbol italiano por dopaje. Luego, poco tiempo después, Maradona fue arrestado en Buenos Aires junto a su representante Guillermo Cóppola con drogas en su poder. La Justicia argentina no lo condenó, pero lo obligó a realizarse la primera de muchas rehabilitaciones.

Guillermo Cóppola


A partir de allí, su época de mayor esplendor había quedado atrás, aunque todavía le quedaba un poco de talento para fichar en Europa por el Sevilla español. Su paso fue discreto, pero le abrió las puertas para regresar al fútbol argentino, primero en Newell’s Old Boys de Rosario, y luego en Boca, su gran pasión.

A Maradona le quedaba aún una “bala” en su recámara futbolística, por lo que participó del Mundial de Estados Unidos 94, aunque su participación será recordada por siempre por el antidoping que le dio positivo y que aceleró su retiro, aunque no del fútbol, ya que a partir de allí comenzó su segunda etapa, como director técnico.

Los equipos que contaron con sus servicios también fueron numerosos: Mandiyú de Corrientes, Racing de Avellaneda, la Selección Argentina durante el Mundial de Sudáfrica 2010, Al Wasi y Al Fujairah, ambos de Emiratos Árabes y, por último, Dorados de Sinaloa, de México, y Gimnasia y Esgrima La Plata, al que salvó de irse al descenso en 2019. Esta segunda etapa profesional no tuvo el lustre de su gloria como jugador, porque también estuvo más vinculada con sus problemas familiares y sus adicciones.

La lista de crisis por las drogas que Diego tuvo que superar es bastante larga, y fue mermando su estado de salud de a poco. En 2000 casi se muere por una sobredosis mientras estaba de vacaciones en Punta del Este. Gracias a una pronta internación pudo salvarse, pero lo obligó a hacer una primera rehabilitación en Cuba, que luego se supo que en realidad no fue tal, sino que allí siguió con su vida disipada, aunque más alejado de los focos

Claudia, Dalma, Diego y Gianinna Maradona

Luego, en 2004, fue sometido a una segunda rehabilitación en territorio cubano, gracias a su amistad con Fidel Castro. De esas dos estadías en Cuba nacieron sus cuatro hijos con distintas parejas, que Diego tardó en reconocer. Por último, en 2007 sufrió una nueva internación en Buenos Aires para tratarse de sus problemas con el alcohol. Además, en 2005 decidió someterse en Colombia a una cirugía de bypass gástrico, ya que había llegado a pesar 120 kilos.

Su vida familiar también fue intensa y tormentosa. Después de 13 años de vida matrimonial con Claudia Villafañe, la novia de su infancia, en 2003 se separaron. De esa unión habían nacido sus dos primeras hijas, Dalma (31) y Gianinna (29). Luego, de otras parejas que Diego tuvo, llegaron Diego Jr. (de 32, con Cristiana Sinagra, mientras vivía con su familia en Italia), Jana (de 22, con Valeria Sabalain), Dieguito Fernando (de 6, con Verónica Ojeda), y los cuatro hijos cubanos que tuvo cuando se realizó los tratamientos allí.

Pero su agitada vida profesional y personal no termina aquí, porque Maradona también fue capaz de reciclarse en el mundo del espectáculo durante un cierto tiempo. En 2005 condujo un programa de televisión en Canal 13, “La noche del 10”, de entrevistas a famosos. Su rating fue tan alto y alcanzó tanta repercusión que llegó a obtener el Martín Fierro de ese año.

En cuanto a sus posturas políticas, Maradona nunca escondió la admiración que sentía por el Che Guevara, Fidel y el régimen cubano, así como luego se volcó a defender a Hugo Chávez y su “revolución bolivariana” en Venezuela. Sus ideas siempre estuvieron alineadas con sus orígenes humildes, de ahí que apoyara con tanta fuerza los movimientos de izquierda latinoamericanos.

Y con respecto a lo que representó Diego en el imaginario colectivo, no solo de la Argentina, sino del mundo entero, el sociólogo Eliseo Verón logró sintetizarlo mejor que nadie: “Maradona refleja las creencias y las necesidades colectivas, de los despojados, de los pobres, de los que necesitan creer que Dios está cerca y por eso se identifican con Diego”. Será tal vez por eso que muchos fanáticos decidieron fundar en 1998 la “Iglesia Maradoniana”.

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