Abusos sexuales, corrupción y pujas internas: los desafíos que afrontó Francisco en sus 10 años como Papa. Por sergo Rubin

    0
    111

    Durante una década, el Sumo Pontífice argentino llevó al Vaticano la modernización, la preocupación por lo social y la lucha por una Iglesia más abierta e inclusiva.

    Cuando el 13 de marzo de 2013 Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa y se convirtió en el primer pontífice latinoamericano y jesuita, la situación de la Iglesia católica era por demás complicada en varios frentes. A Benedicto XVI le habían robado documentos de su escritorio en medio de pujas internas por licitaciones amañadas en la ciudad del Vaticano, sospechas de corrupción en el banco de la Santa Sede y la multiplicación de denuncias de abusos sexuales cometidos por miembros del clero en varios países.

    El combo de problemas había contribuido a la histórica renuncia de Benedicto XVI después de más de siete siglos que no dimitía un Papa, en el contexto de su debilitamiento de la salud. Por cierto que la acción religiosa de la Iglesia -obviamente el centro de su misión- estaba venida a menos por las propias limitaciones del clero y los dirigentes laicos, pero también por el avance del secularismo que quiere reducir lo religioso al templo o, sencillamente, por el crecimiento de la indiferencia religiosa.

    En los debates previos a la elección del Papa -las llamadas congregaciones generales- los cardenales de todo el mundo habían coincidido en esos grandes desafíos: revitalizar lo religioso, promover la transparencia de las finanzas vaticanas y combatir a fondo los abusos sexuales. Ya tras la muerte de Juan Pablo II, en 2005, el entonces cardenal Joseph Ratzinger había denunciado en vísperas de ser elegido pontífice la “suciedad en la Iglesia”, aunque sin mencionar las situaciones.

    Entendieron, además, que había que dar un golpe de timón en la Iglesia tras un pontificado largo y arrollador como el de Juan Pablo II, un Papa conservador de enorme carisma que le prestaba poca atención a las cuestiones internas y prefería llevar el Evangelio por el mundo. Y de un papado como el de Benedicto XVI, aún más conservador y nada carismático, a la vez que sobresaliente teólogo, que no le gustaba tener que lidiar con las disputas en sus propias filas.

    Jorge Bergoglio traía la frescura de la Iglesia latinoamericana, que venía de definir en la conferencia de obispos de Aparecida, un programa para potenciar lo religioso. Parecía asegurar cierta modernización en aspectos de la Iglesia, sin llegar a ser un revolucionario. Además, por provenir del Tercer Mundo, abrazada con fuerza la preocupación social y, en fin, evidenciaba tener condiciones para la conducción que en Benedicto XVI habían escaseado.

    La Iglesia y la escalada de indiferencia religiosa.

    Francisco tomó debida nota de los señalamientos de los cardenales. De entrada, buscó avanzar en una Iglesia más abierta e inclusiva, no importa la condición de cada persona. El caso de los gays es emblemático. Por lo pronto, esquivó una condena con aquella famosa frase “¿quién soy yo para juzgar a un homosexual que busca honestamente a Dios?” También el acceso a la comunión de los católicos divorciados en nueva unión.

    Procuró, además, que la Iglesia sea más austera. Su pedido a los clérigos del Vaticano para que tengan autos modestos se inscribe en esa línea. Y que realmente tenga una especial preocupación -aunque no excluyente- por los pobres. En este aspecto es también muy recordada su expresión: “Como anhelo una Iglesia pobre para los pobres”, dicha a los tres días de su elección en el encuentro con los periodistas.

    La cuestión de los abusos sexuales no le dio tregua. A poco de comenzado su mandato estalló un caso de un diplomático en el Vaticano, mientras otros seguían estallando en el mundo. Francisco fue tomando numerosas medidas que profundizaron lo que había iniciado Benedicto XVI, que incluyó reglamentos muy precisos acerca de cómo actuar a partir de una denuncia y avanzar en acciones preventivas.

    Francisco realizó un encuentro mundial de la Iglesia para crear conciencia sobre los abusos sexuales.

    Separar al acusado, iniciarle un proceso interno, dar intervención a la Justicia y asistir a la víctima se cuentan entre las medidas más básicas. Pero también estableció que el obispo que no cumple con los protocolos debe ser exonerado. Creó una comisión de Tutela de los Menores que proponga más acciones y realizó un encuentro mundial de la Iglesia para crear más conciencia.

    En cuanto a la transparencia en las finanzas vaticanas también le estallaron nuevos casos de corrupción. Debió separar a varios funcionarios del área y someter a juicio a muchos otros. Sobresale una situación absolutamente inédita en la vida de la Iglesia: ordenó el proceso a un cardenal, Angelo Becciu, acusado de malversación de fondos.

    Como en el caso de los abusos, fueron numerosas las medidas que tomó en este aspecto. Entre ellas se cuenta el monitoreo permanente de los movimientos financieros del IOR (el banco vaticano) con auditorias externas para combatir el lavado de dinero. Y para llevar adelante licitaciones y transacciones de los bienes eclesiásticos.

    Francisco no la tuvo fácil en ningún frente. Pero los casos de abusos sexuales cayeron verticalmente -ya lo venían haciendo desde la época de Benedicto XVI- y si bien estallaron nuevos escándalos económicos, en varios casos saltaron las alarmas internas y se tomaron las medidas administrativas y judiciales correspondientes.

    Francisco impulsó medidas contra el cardenal Angelo Becciu, acusado de malversación de fondos.

    También no le faltaron escollos en su avance hacia una Iglesia más abierta e inclusiva. Los sectores más conservadores, minoritarios, pero muy activos, criticaron soberanamente e incluso abiertamente al Papa por su actitud ante los homosexuales y los divorciados en nueva unión, por citar sólo los aspectos más conocidos.

    Es cierto que una cosa es tomar medidas, que implica decisión, y otra cambiar culturas, que demanda tiempo. Ahora, seguramente Francisco no logrará todo lo que se propuso, pero en estos diez años de pontificado hizo mucho, acaso más de lo que observadores del quehacer vaticano pensaban.

    DEJA UNA RESPUESTA

    Por favor ingrese su comentario!
    Por favor ingrese su nombre aquí