La hiperfragmentación de la política afecta la gobernabilidad. Por Carlos Pagni

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    Las peleas internas en el oficialismo y en la oposición provoca la abstención de los votantes. Aunque no está claro por qué pelean. Porque hasta ahora, sólo aparecen narcisismos, egocentrismos y disputas de poder.

    Dada la cantidad de problemas que presenta la Argentina, sobre todo en su economía, necesitamos que la política esté fuerte, que sea consistente, que tenga capacidad de hacer reformas, conducir al país en alguna dirección, de darnos mayor bienestar. Para eso, se necesita una política consistente.

    Lo que estamos viendo hoy son peleas. En el oficialismo, hoy hubo declaraciones del presidente que cayeron como una bomba porque habló de corrupción en la obra pública. Dijo “nosotros no nos enriquecimos, no tenemos amigos empresarios, no les entregamos obras a nuestros amigos” -ese “nosotros” es problemático, no se sabe a quién se refiere a cuántos alcanza-. En el kirchnerismo piensan que se estaba refiriendo a ellos, a Cristina y su grupo, que están procesados, condenados por todas esas prácticas. Desde el lado de Fernández, dicen “no, hablábamos de Macri”. Pero en el kirchnerismo nadie entendió que hablaban de Macri.

    Macri tiene, a su vez, un conflicto abierto con Larreta, un conflicto de liderazgo, que tiene que ver con quién manda en el PRO, que antes tuvo como excusa el sistema electoral de la Capital y, ahora, la incorporación o no de peronistas como Schiaretti a un frente más amplio. ¿Por qué es importante todo esto? Primero, porque la política está despertando gravemente una ola de desencanto en la sociedad que se manifiesta en la retracción de la gente a votar.

    Hemos tenido, en las elecciones de hace dos años, la mayor abstención de la historia de la democracia y tenemos, además, partidos que se van fragmentando. No es un fenómeno argentino solamente, en España pasó eso, en Perú pasó eso, en Chile, en Ecuador, en Colombia. La fragmentación es una tendencia de la vida democrática actual en Occidente.

    ¿Por qué se pelean? Esa es la pregunta. Si no tenemos claro por qué se pelean, las peleas carecen de sentido. Otra historia sería que pudieran involucrarnos en esas peleas, porque están atadas a valores, a programas, a objetivos, a algún sueño. Hasta ahora, el sueño no aparece. Aparecen narcisismos, egocentrismos, peleas por disputas de poder. ¿Qué nos importa eso? ¿Por que eso es grave? ¿Por qué eso puede llevarnos a estar peor? Porque no siempre el político conduce las consecuencias de sus actos y algo que parece no romperse se rompe, inclusive, en contra o a pesar de la voluntad del que lo está manipulando.

    ¿Se puede romper Juntos por el Cambio? Sí. El Frente de Todos está al borde de la ruptura y esto es importantísimo porque, a partir de fin de este año, cuando se instale el nuevo gobierno, el que sea, va a tener que hacer reformas importantes, va a tener que vencer la inflación, va a tener que resolver el problema de los servicios públicos, va a tener que darnos mayor calidad de vida. Para eso, se van a necesitar medidas, leyes, pero un Congreso hiperfragmentado, pulverizado en divisiones de facción, es un Congreso estéril y ahí es donde nos vamos a encontrar -después de un camino aparentemente comprensible- con que los instrumentos de la política no nos sirven para mejorar nuestra calidad de vida.

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