A pesar de las restricciones que rigen por la pandemia de coronavirus, la vida en las calles de muchos municipios del Gran Buenos Aires es casi normal. Las filas sin distanciamiento social, una constante. Las autoridades, ausentes
“Barbijos, tapabocas, caramelos”, grita un vendedor ambulante a las decenas de personas que pasan a su lado en la peatonal Rivadavia de la localidad bonaerense de Quilmes. Comienza el fin de semana, el cielo está completamente despejado y minutos después del mediodía empieza a llenarse de gente la calle más comercial, a pesar de las restricciones que aún rigen en la provincia de Buenos Aires en el marco de la Aislamiento Obligatorio por el coronavirus.
El distrito gobernado por Mayra Mendoza es sólo una muestra. Situaciones similares se viven en Avellaneda, Lomas de Zamora o La Matanza. Ferias, calles abarrotadas de gente, largas filas en las entradas de los comercios y familias enteras de paseo, son el marco de una cuarentena desbordada y sin control. No hay autoridades municipales ni policiales a la vista.
Una de las situaciones que más se repiten es la aglomeración de personas frente a los comercios, debido a que el ingreso está prohibido. Los vendedores salen hasta la puerta del local para atender a los clientes. El resultado: inevitablemente se rompe el distanciamiento social, como en esta calle comercial de Quilmes.
Una recorrida por distritos del Gran Buenos Aires permite observar cómo se vive hoy allí la nueva normalidad. “Acá nadie controla. Sólo se ve a la gente caminar como si nada sin respetar la distancia”, dijo a este medio una mujer que hacía compras en la avenida Mitre, describiendo en lenguaje llano un estado de incumplimiento o desobediencia civil generalizado.
La norma, en este fin de semana soleado, y a pesar de que el gobierno provincial no ha flexibilizado la cuarentena en esta zona crítica de circulación del virus, es el cumplimiento más que laxo de las normas preventivas dictadas por las autoridades. La vigilancia es nula; los controles, que fueron exhaustivos en el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, se han relajado tanto como la obediencia civil. El resultado: una anomia visible que potencia aún más la resistencia pasiva al cumplimiento de las normas.