“Prefiero hablar con Sergio”, el mensaje entre los ministros que inquieta a Alberto. Por Ignacio Ortelli

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    Desgastado y en un segundo plano, el Presidente dejó de ser interlocutor confiable de muchos funcionarios. El fantasma del “pato rengo” y la resistencia del mandatario.

    Acostumbrado a la tensión constante con Cristina Kirchner y a pesar de ya no contar con masa crítica para ir por la reelección, a un año de las PASO Alberto Fernández venía resistiendo el efecto del síndrome del “pato rengo”, como se conoce en política al fenómeno que afronta un Presidente sin posibilidad de buscar un nuevo mandato. Pero esta semana el jefe de Estado sintió por primera vez la frialdad que implica la consumación de la pérdida de poder en las cuestiones diarias de una administración.

    Sin sufrir, lo que alguna vez contó Carlos Menem, que solía decir, con sorna y una cuota de exageración, que en el último tramo de su Gobierno no lograba ni que los mozos le llevaran el café; la asunción de Sergio Massa como un ministro de Economía con libertad de acción por parte de la vice Cristina Kirchner y casi en rol de delegado del Frente de Todos, dejó en una situación de extrema debilidad al jefe de Estado, que de todos modos no se resigna e intenta dar pelea con cambios en su agenda, gestos internos y ajustes discursivos.

    El primer paso que esta semana había trazado Presidencia para alinear a la tropa fue en falso. El faltazo de Massa a un acto en Lomas de Zamora con Fernández fue contundente. Aunque había sido anunciado en la agenda oficial que distribuyó el Gobierno y su equipo se esforzó por explicar que el tigrense había decidido quedarse trabajando en el Palacio de Hacienda, su ausencia se leyó como el aviso de que no se someterá a los caprichos de agenda que quiera imponer la Casa Rosada y que dispondrá cuándo y cómo pegarse al mandatario. Quiere evitar lo que padeció al arribar a la Jefatura de Gabinete Juan Manzur, quien fue fagocitado muy rápido por Fernández.

    La estrategia de Massa de ser quien guíe esa relación y no someterse quedó expuesta 24 horas más tarde, cuando Massa sí optó por estar presente en la firma del contrato para la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner, pese a tratarse de una jornada cargada de actividades.

    El miércoles hubo, por parte de Fernández, señales de que no está dispuesto a ceder el protagonismo. Aunque no suele participar de las reuniones de Gabinete, cuando llegó a Casa Rosada enfiló directo al encuentro de los ministros. Nadie se preguntó el por qué. No hizo falta: se trataba de la primera en que participaba Massa.

    Tampoco sorprendió el jefe de Estado, cuando tomó la palabra y tejió un discurso de más de 20 minutos para acaparar la atención.

    Igual, ese gesto no fue mal recibido. En el último tiempo, Fernández logró con el Gabinete una conexión atípica a lo que se escucha sobre su figura en el resto de la coalición del Frente de Todos: salvo algún ministro kirchnerista con el que no tiene -y nunca tuvo- buena sintonía, es observado con indulgencia. “Alberto es buen tipo y para estar ahí sentado tenés que ser un poco hijo de p…”, dice un miembro del Gabinete que reconoce haberse exasperado “más de una vez” por el estilo “procrastinador” del jefe de Estado pero que ahora “hay que mirar para adelante”.

    Pero la mirada benevolente también desnuda el despoder que padece Fernández. En la reunión de Gabinete se habló, como contó Clarín días atrás, de la reducción del Presupuesto para ordenar las cuentas públicas y dar una señal a los mercados y al Fondo Monetario Internacional. Un ministro, preocupado por el alcance de los recortes en los programas de su cartera, tenía previsto plantearlo, pero cuando se asomó el mandatario en el Salón Eva Perón se arrepintió. “Si lo digo adelante de Alberto capaz me dice que sí, pero después no se me cumple. Prefiero hablar con Sergio (Massa) que de entrada me dice que no, pero se queda con el tema dando vuelta y capaz después algo puede hacer”, fue la cruda explicación que dio ante Clarín.

    Esta idea se empieza a repetir en otros funcionarios y ministros.​

    En el kirchnerismo, donde ya dieron por zanjada la discusión sobre el liderazgo y por orden de Cristina creen que a Massa “hay que dejarlo hacer”, le dio cierto respiro al Presidente. Una tregua que, lejos de ser una señal de triunfo, es advertida entre los albertistas como la señal de que la guerra terminó, pero que el ganador está del otro lado. “Lo bueno es que ya no pueden hacerle más daño”, dice un hombre que se jacta de ser “incondicional en las buenas y en las malas” del Presidente.

    El viaje del jueves a Chaco abrió una oportunidad para Fernández, creen en Casa Rosada. Quienes lo siguieron en la recorrida que hizo por Villa Angela, con el gobernador Jorge “Coqui” Capitanich, dicen que el calor de la gente lo “revitalizó”. “En el interior se respira otro aire. La gente reconoce mucho más todo lo que se hizo. Acá capaz hicimos más pero igual no les alcanza”, es la explicación de un funcionario.

    En su visita a un gobernador K, Fernández se rodeó de tres ministros muy cercanos como Juan Zabaleta (Desarrollo Social), Jorge Ferraresi (Desarrollo Territorial y Hábitat) y Gabriel Katopodis (Obras Públicas). Cuentan que estos dos últimos fueron sumados a último momento, para inflar el volumen de los anuncios y también como forma de plasmar hacia afuera que el Presidente no está solo. “Estuvo muy bien, contenido, acompañado y con ganas de pelearla”, describe una altísima fuente oficial que escuchó al mandatario antes y después del acto.

    La referencia a que el mandatario quiere “pelearla” tiene que ver estrictamente con la gestión y el desafío de que en el último año se puedan enderezar las variables macroeconómicas. No hay, a diferencia de otros momentos convulsionados que vivió el Gobierno, ningún atisbo de pensar en un nuevo mandato.

    Ni siquiera cuando en Chaco, Fernández propicio una escena contradictoria cuando escuchó a Capitanich envalentonarse y prometerle a la militancia peronista, al cabo de un extenso discurso, “construir la victoria en el año 2023”. Señalado por el kirchnerismo como uno de los posibles elegidos de Cristina, “Coqui” escuchó minutos después de boca de Alberto una frase que le advierte a aquellos que lo destratan sobre el poder de daño que, aunque esté relegado, todavía conserva el Presidente de cara al futuro del Frente de Todos. “Yo no sueño con ser el gran Presidente, quiero ser el Presidente de un gran país. Y el gran país tenemos que construirlo entre todos y todas. Como Coqui, que seguro que sueña con ser el gobernador de un gran Chaco”.

    Un colaborador del Presidente apeló a una metáfora para conectar ese gesto con la situación del Presidente y el FDT: “Puede no decidir todos los productos que se ponen sobre la mesa, pero el mantel lo tiene agarrado y de él depende que no se caiga lo que está arriba”.

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